Aprender ciencia socializando
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Santiago Ojeda Ramírez
ScienteLab
Escenario Living Better
Si hacer ciencia se tratara de comprender a la perfección todo el conocimiento científico, creo que habría menos científicos que Vaquitas de mar, y de estas quedan alrededor de diez en el mundo, lastimosamente. Durante mucho tiempo pensé que para ser un buen científico tendría que sacrificar las interacciones sociales y dedicarme a la contemplación del mundo. Dedicaba todo mi tiempo a memorizar fórmulas, procesos, y nombres científicos. La ciencia me apasionaba, pero era muy difícil contener todo el acervo y conocimiento científico dentro de mí. Peor aún, cuando pensaba que había dominado los temas requeridos para un curso, el pasar del tiempo me demostraba que todo el conocimiento que había adquirido con tanto esfuerzo había desparecido o se había debilitado al punto que no estaba seguro de lo que sabía. Por suerte, he aprendido que ser científico implica muchas más habilidades que solo saber sobre ciencia.
Las primeras intuiciones que tuve sobre las complejidades del quehacer científico las aprendí en un curso sobre historia y filosofía de la ciencia. Allí entendí que la ciencia era una comunidad y práctica ejercida por humanos, y que por lo tanto estaba también sujeta a tensiones sociales y políticas. Aprendí también que la ciencia no siempre ha sido objetiva, que su visión del conocimiento no ha sido siempre libre debate y considerada absolutamente verdadera. Por ejemplo, los descubrimientos de Luis Pasteur fueron validados después de un extenso debate contra Antoine Bechamp alrededor de la generación espontánea de la vida y la naturaleza de las bacterias y los ‘gérmenes’. Así mismo avances tecnológicos y científicos han estado condicionados a circunstancias inherentemente políticas; como lo fue la bomba atómica y todas las configuraciones políticas que fueron necesarias para su desarrollo, esfuerzos que son conocidos como el proyecto Manhattan.
Tiempo después, formándome como investigador, aprendí que la generación de conocimiento no siempre ocurre necesariamente a la luz del método científico. Otros paradigmas, como el interpretativo y el socio crítico, construyen conocimientos subjetivos que transforman el mundo de formas tan contundentes como la ciencia. Hoy por hoy son objetos de estudio y debate las formas desiguales que existen para participar en comunidades científicas y construir el conocimiento científico. Al respecto, se ha documentado algo que parecería obvio: las desigualdades sistémicas en la ciencia no solo se limitan al restringido acceso a la educación científica, sino que dinámicas de sesgo y parcialidad que condicionan el financiamiento y la publicación de investigaciones. Hacer ciencia no sólo se trata de seguir rigurosamente el método científico sino también de conocer unas formas de participación en una comunidad científica y, en mi opinión, también se trata de comprender cómo funcionan las interacciones sociales en la ciencia para poder transformar la comunidad científica para que sea más equitativa y justa.
Perseguir la idea de ser un ‘genio científico’, que impacta en la sociedad solamente por el rigor de sus experimentos y sus análisis es desconocer que el devenir de todo científico depende y ha dependido de muchas interacciones sociales. Creo que a la hora de enseñar Ciencias es importante que los jóvenes entiendan que no necesitan aislarse en un laboratorio o ser unos prodigios para ser científicos relevantes, sino que deben formarse en mantener una permanente actitud de indagación frente al mundo. Esta indagación permanente los motivará a experimentar, probar, intentar, participar y transformar comunidades para que haya más científicos curiosos como ellos. Después de todo, no es infrecuente que importantes descubrimientos se den gracias a la colaboración en equipo entre varios científicos o a empresas multitudinarias que requieren muchas mentes y talentos. Creo entonces que lo más importante para aprender Ciencias no es aprenderse todos los datos del libro o convertirse en un importantísimo genio sino familiarizarse con las prácticas científicas más comunes: la experimentación, la argumentación y la participación activa en comunidades científicas. Etienne Wenger, estudioso del aprendizaje, diría: “La práctica es una historia de aprendizaje compartido.”
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